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La travesía de la gulupa: de Colombia a Europa, Canadá y Medio Oriente
La ruta de esta fruta exótica conecta diversos puntos estratégicos, desde los lugares de producción que pueden en ocasiones pasar por los páramos del país, centros de acopio cercanos a las fincas, bodegas de almacenamiento con tecnología adecuada para conservar la calidad, y puertos conectados y eficientes para llegar a más de 30 destinos. En esta logística, la cadena de frío es indispensable.
La travesía inicia en más de 100 municipios del país donde están los agricultores de Ocati, exportadores de esta fruta. Para efectos de esta Ruta de la Gulupa de Pórticolive, subimos a más de 2.700 metros sobre el nivel del mar en Cundinamarca para encontrarnos con el productor Luis Acosta. La zona permanece cubierta por neblina y envuelta en un silencio que nos llena de calma, a pesar del largo trayecto desde Bogotá.
“Nosotros nacimos en esta misma vereda, nos criamos acá. En las ciudades solo se come lo que se compra, y acá uno tiene la opción de cultivar una matica de tomate, papa, casi todo lo que uno consume”, comenta Luis Acosta al recibirnos.
Él es uno de los 500 agricultores que integran la red de proveedores de Ocati en distintos departamentos. Todos reciben formación técnica por parte de agrónomos, desde la semilla hasta las cosechas. Estas pueden ser continuas durante los 365 días del año, a partir de los primeros nueve meses.
Otra alternativa es la cosecha por poda, donde el agricultor decide apostarle a los picos de demanda, como el invierno europeo a fin de año o la Semana Santa.
El cultivo de gulupa, por preferencia, se realiza bajo cubiertas plásticas, debido a que la lluvia o las bajas temperaturas pueden afectar la productividad y calidad. Las plantas crecen como enredaderas cubiertas por frutos redondeados entre verdes y morados, los cuales llegan a los centros de acopio y luego, en camiones refrigeradas, se transportan a la planta de Ocati ubicada en Chía.
Ya en planta, y a una temperatura de 8 grados, la gulupa se prepara para ser empacada de acuerdo con el calibre (peso) que solicita cada cliente. Luego, tras la paletización de las cajas, la carga pasa al muelle, una bodega refrigerada donde se realiza una última inspección antes de hacer el embarque en el contenedor.
José Daniel Ramírez, director de Operaciones y Desarrollo Agrícola de Ocati, destaca un aspecto clave de la Ruta de la Gulupa: la trazabilidad. “Todo empieza con nuestros agricultores. En las fincas les entregamos un código QR que debe estar en todas las etiquetas durante el proceso. Esto no solo nos permite trazar el producto desde el campo hasta la planta de empaque, sino incluso hasta el consumidor final. Así identificamos de dónde viene, de qué finca y lote, cuándo se cosechó e, incluso, qué operaria lo clasificó”.
Este proceso es esencial para acceder a los mercados internacionales y ha permitido a la empresa obtener certificaciones como Fairtrade, Global GAP y Rainforest, entre otras.
El contenedor refrigerado sale de la planta y, durante dos días, recorre las carreteras del país hasta llegar a uno de los puertos, como el Grupo Puerto de Cartagena. Desde allí, las gulupas inician su viaje hacia distintos mercados internacionales. En el caso de Ocati, muchas llegan primero a Holanda—su principal punto de distribución en Europa—, mientras que otras se envían directamente a destinos como Canadá y varios países asiáticos. En total, Ocati alcanza más de 30 mercados alrededor del mundo.
Versatilidad y sostenibilidad
Si una palabra define a la gulupa, es la versatilidad. Desde ser un snack o parte del desayuno, hasta convertirse en ingrediente en recetas de chefs y bartenders, su uso se ha expandido en novedosas comidas y bebidas, ampliando, a su vez, las posibilidades de generar nuevos negocios para productores y empresarios. Por ello, no sorprende que las exportaciones marítimas hayan llegado a 1.300 contenedores anuales —cifra récord de 2022— en los últimos cinco años.
También puede consultar: "Uchuva y gulupa, frutas colombianas que conquistan el mundo"
Además, para los agricultores, contar con el respaldo de empresas exportadoras representa una oportunidad invaluable. Estas compañías ofrecen asistencia técnica y ayudan a proteger los cultivos de plagas, enfermedades y otros factores agravados por el cambio climático.
“Nos ayuda a reducir los volúmenes de uso de insecticidas y fungicidas. Entonces, hay un beneficio económico grande para nuestros bolsillos y, principalmente, para nuestra salud”, concluye Luis Acosta.
No obstante, hay un punto que empaña este positivo panorama: la no admisibilidad en el mercado estadounidense, una situación que instituciones y empresarios vienen intentando resolver desde hace seis años.
Conozca más sobre esta ruta por nuestro país en el reportaje audiovisual, que narra el camino sostenible de un cultivo que beneficia a pequeños y medianos productores.